«El amor es la expedición más arriesgada que existe» – Ben Clark
Éramos dos.
¿Te acuerdas?
Contra el mundo, contra corriente, contra reloj.
Tic, tac. Tiempo muerto.
Apareces por la puerta.
Del bar, de mi vida, de mis recuerdos.
Me miras. Como quien mira las cosas que sólo pasan una vez.
Éramos dos, antes. Eternos mientras duramos, para siempre mientras quisimos. Me pregunta el cenicero si pretendo matarme de recuerdos.
¿Qué tal estás?
Abran fuego.Se vuelve a terminar el invierno, una vez más. Otro año que se va. La primavera traicionera me susurra al oído que los cerezos siempre vuelven a nacer.
Y aquí estamos, dos desconocidos que se quieren sonar, intentando encontrar los restos del naufragio de una vida que se quedó por construir. Dos niños que no quieren crecer, jugando a recordar madrugadas que hicieron mella en los huesos de la libertad. Aquí estamos, con las manos llenas de ojalás.
Ojalá mis ojos que no ven fuesen un corazón que no siente.
Ojalá, manchas de mora que no se borran jamás.
Ojalá, huidas que nos prometimos cara al mar.
Ojalá, esperanzas que se enfrían al calor de un gintonic.
Qué fue de tus sueños, qué fue de tus ganas.
Qué fue de ti, qué fue de nosotros. No te voy a olvidar, nos dijimos. Y cómo me jode mantener mi palabra. Qué fue de mí, buscando palabras para decirte adiós.
Parece que fue ayer. Ojalá.
¿Cuánto dura el dolor cuando es eterno? Qué fuertes somos, capaces de hacer como si nada de un todo. Ni contigo, ni sin ti. Cómo escuecen las noches desde que no nos las deseamos buenas. Se me atragantan las madrugadas en esta pecera de sueños compartidos que ya no serán. No volví a decir te quiero.
Qué lejos quedó París, la ciudad del amor que no supimos cuidar. Brillan luces que no saben de tus triunfos ni de los arcos por los que paso intentando no pensar.
Y aquí estamos. Tú y yo. Dos locos jugando a un escondite con trampas en el que nadie se acaba de encontrar. Te miro y sólo veo un montón de mañanas que se perdieron por el camino y llegan tarde a ver salir el sol.
Y vuelvo. A la playa en la que un día nos juramos debernos la vida, mientras se me acaban los días y me siguen sobrando los puntos suspensivos que escribí. Esos con los que hago malabares para ver si, en una de estas, consigo terminar la frase que nunca tuve el valor de decirte.
Todavía me pregunto qué hubiese pasado si en vez de bailarnos las mentiras nos hubiese dado por dedicarle un tango a la verdad. Qué hubiese pasado si nos hubiésemos declarado la paz. Todavía me pregunto qué pasa en tus trincheras, qué pasa cuando te quedas, qué pasa cuando no huyes por tu miedo a que te quiten el disfraz.
Ya sabes, la suerte sonríe a los valientes y en un momento de heroica insensatez te dejé leerme entre líneas y rozarme las ideas. Te dejé tocarme las cuerdas de una guitarra que ahora me pregunta si estoy mal de la cabeza.
Sal de mí, que ya no quiero quererte, que le he puesto tu nombre a las cosas imposibles que uno sueña cuando se siente valiente. Me cansé de beberme tus vientos y todavía me faltan fuerzas para soplar las velas que ya no me ves cumplir.
Sal de mí, que tengo mucha guerra a las espaldas y ya no libro batallas que no van conmigo. Presumo de indiferencia para que nadie se dé cuenta de que vivo limando los barrotes de mi propio ego.
Sal de mis ojos, que miran aquella foto y ya no ven el mundo del mismo color. De mí, que hace tiempo que lo siento todo y no siento nada. De mí, que entendí que hay palabras que no se las lleva el tiempo.
Esconde esa sonrisa donde yo no pueda verla y no vuelvas.
Que casi consigo decirle al espejo que todo fue un sueño.
ECGXIII.