No pensaba escribir nada relacionado con San Valentín. Pero me lo han pedido, y como siempre me costó decir que no, aquí estoy. Qué decir de semejante día. Seré breve.
Sé que lo que voy a escribir me va a merecer unos cuantos comentarios de ánimo. Pensaréis que escribí esto previo paso a subirme a una farola y amenazar con saltar. Pero prometo que no, que simplemente es lo que pienso.
Bajo mi punto de vista, el día de San Valentín siempre fue una especie de Noche Vieja del amor. Un día en el que se pretende demostrar que el amor existe, que todos nos queremos, que nada será capaz de romper nunca la gran unión que existe entre… BLA, BLA, BLA.
Siendo fiel a mis principios no puedo evitar sentir cierto escepticismo hacia esta fecha ‘tan señalada’. Empecé a sentirme así a partir del momento en el que un buen 13 de febrero tuve una discusión monumental con cierta persona, de esas en las que vuelan platos y vasos y tienes que esconderte detrás del sofá a modo de trinchera y esperar a que el monstruo del Lago Ness abandone la estancia para después poder contabilizar los daños de mobiliario.
Cuál fue mi sorpresa cuando a la mañana siguiente, de repente, nada había pasado. Y entonces lo entendí todo: se pensaba que porque la fecha de la pantalla de su móvil sumaba un día más, podíamos jugar a eso de que ‘si no se habla de ello no existe’. Pero no es así. Por lo menos no para mí, vaya.
No puedes lanzar un mando de la Play Station por la ventana y pretender que al día siguiente alguien aparezca con un ramo de flores en la puerta de tu casa. Porque no va a pasar. Los hombres son simples, pero no tanto.
Tampoco puedes pretender que una caja de bombones y una cena a la luz de las velas borren las palabras desafortunadas que has dicho durante un año. Porque tampoco va a pasar. De hecho, a modo de apunte, un sabio dijo que las mujeres no tienen memoria, tienen rencor. Así que aunque tengas acciones en Nestlé, no lo vas a solucionar.
Habrá quien piense que soy un ser insensible y que voy por el camino de convertirme en la definición gráfica de la soledad, pero la frase ‘mejor sólo que mal acompañado’ caló hondo en mi persona. Tengo la mala costumbre de pedir afecto, amor y respeto todos los días del año, no sólo los 14 de febrero.
Y como esto no sólo me pasa a mi, desde hace tiempo este día es conocido en mi grupo de amigos como el día de San Blablabla. Sí, Feliz San Blablabla. Porque las palabras se las lleva el viento, las flores se marchitan y los bombones se derriten. Y porque en realidad, no necesitamos una fecha concreta para demostrarle nada a nadie.
Para terminar, decir a los que tenéis con quien pasarlo que disfrutéis. Y a los que no, dad gracias a que este año haya caído en viernes.
Ah, y para los que tienen planeado terminar la noche agarrados a la barra de un bar: no llevéis la tarjeta de crédito, guardad las llaves de casa a buen recaudo, y os dejo un regalito de Dani Flaco.
“Ni se te ocurra volver por aquí si un Gin Tonic me devuelve a tu memoria y descubres que ya no te canto a ti.
Ni se te ocurra volver por aquí cuando esa canción de Quique ya no duela.”
ECGXIII.